martes, 23 de marzo de 2010

La “medicalización” del fracaso escolar


El fracaso escolar en España se sitúa en uno de cada tres estudiantes. Pueden hacerse multitud de interpretaciones desde el punto de vista educativo pero lo que me interesa ahora es que lo que es un problema social también se ha ido convirtiendo con el paso del tiempo en un problema médico a solucionar con fármacos. Así, el alumnado que no obtiene los resultados previstos por el sistema educativo es considerado “enfermo”. Hay médicos y profesores que ven en el fracaso escolar un fracaso del modelo educativo más que del individuo, en cuyo fracaso educativo intervienen muchos más factores que los puramente formativos. En el fracaso escolar se juntan tanto factores del alumnado como la frustración del propio profesorado que conlleva una pérdida de confianza.

“Los docentes tienen que responder a situaciones que no controlan frente a un alumnado desinteresado y cabe la tentación de pasar las propias responsabilidades a otros sectores, como el sanitario. Es decir, cabe el transformar en problema de salud toda anormalidad vivida como tal por el sistema educativo. Así, el fracaso escolar y las dificultades escolares devienen problemas sanitarios y requieren métodos preventivos y curativos médicos”, así lo explican un médico, Juan Gérvas y una profesora, Paula González-Vallinas, en un trabajo muy interesante titulado La medicalización del fracaso escolar.


Argumentan ambos que en la escuela supone transformar rasgos del carácter y variaciones de la normalidad en enfermedades que conllevan tratamientos; así, por ejemplo, la timidez se convierte en un desequilibrio de neurotransmisores, el aburrimiento en depresión y la curiosidad excesiva en déficit de atención. Entre otros peligros esto supone la homogenización del alumnado. Los autores citados tiene una manera muy peculiar de explicarlo basándose en una cita:

“Las peculiaridades devienen enfermedades, cuando en realidad lo enfermizo es pretender a todos los niños iguales pues no hay niño que no tenga en algún momento una variación de la conducta: “yo creo que un niño que no tenga problemas de conducta es un niño muy anormal” (Illingworth, 1969, p 67)”.

Al medicalizar el fracaso escolar se oculta el problema de fondo. Éste se individualiza, se le confiere al estudiante la exclusividad de la culpa y además no se soluciona pues el medicamento no “cura” al estudiante “enfermo” simplemente le “alivia” su “mal” o lo que es peor cronifica su inexistente enfermedad (y a una parte importante de los nuevos consumidores de fármacos les provocará daños); para tratar el déficit de atención, a los niños, principales protagonistas en esta historia de enfermedad y negocio, se les recetan estimulantes legales como Ritalina, Rubifen o Concerta, diferentes marcas con un mismo principio activo, metilfenidato. Drogas muy similares a la ilegal cocaína.

La medicalización del fracaso escolar es la búsqueda de una solución mágica y externa a un problema complejo escolar y social; la respuesta en forma de “píldora de la obediencia” es simple e ineficiente (Baudrillard, 2002; Pignarre, 2006). Es posible medicar y tratar psicológicamente al alumnado “conflictivo” para que se adapte a la norma (ver La rebeldía es la penúltima enfermedad inventada), pero con ello no se resuelven los problemas que generan la conflictividad sino que simplemente se acallan los indicadores de que algo va mal en la escuela (Korsunsky,2007).

(…) Las familias también experimentan un sentimiento de culpa de crianza ante la situación de conflicto en las aulas, y la medicalización de los problemas de sus hijos arroja una promesa de absolución en su entorno cultural (Singh, 2004).



¿Cual es el camino -y escribo camino- de la solución? Es importante que todos los actores del sistema educativo -las administraciones públicas las primeras- entiendan que el fracaso escolar es de su competencia y que corregir el mismo exige de la concurrencia de profesores, alumnos, familias, profesionales sanitarios, para ofrecer cambios y alternativas. Si “cada persona es un mundo” reforzar un sistema educativo que intenta fabricar clones y al que se “desvíe” lo medica es garantía de fracaso perenne. El tratamiento médico de este fracaso social, que estos dos profesionales califican de innecesario, es la mejor muestra de que es urgente enfocar el fondo de la cuestión.

Más info: La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009) contiene un capítulo sobre la invención de enfermedades y la medicalización de la infancia.


http://www.migueljara.com/page/7/
Publicado por Miguel Jara el 15 de Febrero de 2010

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