sábado, 3 de mayo de 2014

¿Te gustaría que te separaran de tus amigos de siempre?

En este interesante artículo de Ramón Soler publicado en la página de "mente libre", podéis leer argumentos de peso que hacen cuestionarse una vez más porque los niños han de sufrir gratuitamente, porque así esta establecido.

 
Hoy os traemos una de esas medidas demenciales y carentes de sentido, que se toman, unilateralmente, en las escuelas aunque no aporte ningún beneficio para los niños. Una norma que, a pesar de ser absurda y arbitraria, se está extendiendo como la pólvora por muchos colegios de nuestro país.

Hace unos días, una amiga me comentó, alarmada, que en el colegio de su hija planeaban, para el próximo curso, separar a los grupos de amigos y mezclarlos con los niños de otras clases. La hija de mi amiga, que lleva varios años con los mismos compañeros, ha conseguido reunir un grupo de amigas y amigos con los que juega y se lleva estupendamente. Al igual que ella, muchos niños y niñas, llegado septiembre, van a ser separados de sus amigos de toda la vida, lo que les va a causar, innecesariamente, un gran malestar. El ambiente en muchos colegios, al parecer, cada vez se vuelve más hostil para los niños.

Tras acabar la conversación con mi amiga me decidí a informarme de los argumentos que esgrimen en esos centros para separar a los niños de sus personas queridas. Después de buscar más datos sobre este tema, me topé con titulares tan inquietantes como éste: “Para evitarles situaciones traumáticas, expertos escolares abogan por separar a los niños de sus mejores amigos”.

Al parecer, esta moda de separar a los niños que han forjado una buena amistad en el colegio es una idea importada del sistema escolar británico. 

 Según aluden sus ideólogos, el “tener un mejor amigo es contraproducente para los niños pequeños” (me quedé estupefacto al leer esto). Además, los defensores de esta medida argumentan que con ella, buscan fomentar que los niños se integren en grupos más grandes. Esta explicación que, a priori, podría parecer loable, en realidad no lo es tanto. Por un lado, algunos niños no se manejan bien en grupos grandes (al igual que muchos adultos) y por otro lado, resulta absurdo el fomentar la amistad a costa de romper la estrecha relación de un grupo de amigos (de dos o más miembros) ya consolidado. Si bien es cierto que el favorecer las relaciones entre todos los alumnos de la clase y estimular la cooperación resulta muy positivo y necesario, también lo es el hecho de que existen muchas otras maneras de hacerlo sin tener que separar a los buenos amigos.

Por otra parte, también argumentan que si se separa a los amigos cuando son pequeños, no sufrirán cuando tengan que separarse por ir al Instituto o a la Universidad (por favor, ¿alguien entiende esto?).

Esta filosofía me recuerda mucho a los educadores y padres que dicen que hay que castigar y frustrar a los niños porque, como la vida a la que se van a enfrentar es muy dura, más vale que vayan acostumbrando. Nunca he escuchado una excusa más burda para justificar la violencia contra la infancia.

La forma de ayudar a los niños a soportar las separaciones de la vida no debe estar basada en un abuso, el provocarles, arbitrariamente, una ruptura innecesaria con sus amigos. Cuando algunas separaciones lleguen a sus vidas, que algunas llegarán, educadores y padres debemos estar presentes a su lado y acompañarles emocionalmente. 
Con esta filosofía de “sin mejores amigos” (como se conoce en el Reino Unido), lo que realmente se está provocando es una grave merma en la sociabilización de los pequeños.  Por un lado, separados de sus mejores amigos, a los niños se les impide elaborar relaciones de especial intimidad con personas ajenas al círculo familiar y, por otra parte, se les está cercenando la posibilidad de experimentar por sí mismos la evolución natural de la amistad (unas siguen de por vida, otras son más estrechas, algunas más superficiales, otras se rompen, etc.). 

Preocupado, me pregunto por las consecuencias sociales que va a ocasionar este absurdo experimento. ¿Qué es lo que puede sentir un niño al que le fuerzan a separarse de su mejor amigo? ¿Qué pasa cuando esa decisión viene impuesta desde arriba, sin tener en cuenta lo que ellos opinen? ¿Qué modelo de relación le estamos enseñando a estos niños?
El modelo británico que estamos importando propugna que cada dos cursos, los amigos sean separados y cambiados de clase. ¿El objetivo de esta medida?: el evitar relaciones de estrecha amistad entre ellos. Imaginad qué puede suponer para los niños ser apartados de sus amigos cada dos años.  
Poco a poco, las relaciones que establezcan serán más superficiales, menos íntimas. ¿Para qué me voy a molestar en hacer amigos si luego me separarán de ellos? El egoísmo y la superficialidad en las relaciones serán las características predominantes entre los niños, precisamente, los mismas características negativas que se dan en nuestra  sociedad y que muchos estamos tratando de cambiar.

Si esta medida de “sin mejores amigos” hubiera estado vigente en 1997, cuando J.K. Rowling publicó “La piedra filosofal”, Harry, Ron y Hermione habrían sido separados dos años después, su amistad se habría visto mermada y deteriorada. Los valiosos principios de solidaridad, hermandad y cooperación se habrían visto diluidos; no habrían trabajado en conjunto, confiando los unos en los otros, aportando cada uno lo mejor de sí mismo para el beneficio de todos y, finalmente, no habrían conseguido derrotar al malvado Voldemort. Alguien malintencionado podría pensar que Voldemort y el Ministerio de Magia tenían un plan común para separar a los amigos y, así, poder vencerles.

Intentando profundizar un poco más en los posibles motivos de esta demencial política de separación, no puedo dejar de pensar en el “divide y vencerás”, atribuida a Julio César. Cuando un grupo de amigos tienen una relación especial, son menos manipulables, más fuertes y seguros, se apoyan y se defienden entre ellos. Al parecer, este fuerte vínculo entre los niños,  no es del agrado de algunos profesores y directores de colegios que desean poder controlar y dominar a los alumnos con la máxima facilidad y celeridad. Para poder imponer su pedagogía autoritaria necesitan que los niños estén lo más indefensos posible. ¿Cómo se consigue esto?  Evitando que intimen demasiado entre ellos, que se muestren seguros, que protesten ante las arbitrariedades y el abuso, que tengan un fuerte sentimiento de grupo, que se sientan apoyados y respaldados.
Me resulta muy alarmante que, incluso, muchos padres no le dan importancia al hecho de que sus hijos sean separados de esta forma de sus mejores amigos. Muchos esgrimen la excusa de que “los niños se adaptan con facilidad a los cambios”. Por supuesto que los niños son flexibles y capaces de resistir situaciones muy extremas, pero no debemos provocarles daños innecesariamente. Que los pequeños puedan adaptarse a los cambios no significa que los traumas no les dejen huella. No podemos dañar voluntariamente a los niños bajo el pretexto de que “ellos se acostumbran pronto a todo”.

Mucho más que los afluentes de los ríos de España o que la tabla periódica de los elementos, los mejores recuerdos de los años escolares son las aventuras que vivimos con nuestros amigos, las anécdotas divertidas y, también, el apoyo que ellos nos ofrecieron en los momentos difíciles. ¿Queremos que nuestros hijos se pierdan eso? No debemos permitir que les separen de sus mejores amigos por una moda arbitraria, que no tiene ningún fundamento científico y que es el reflejo de la falta de recursos (y de empatía) de algunos profesionales de la educación.
Texto: Ramón Soler

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