Aunque un niño tenga fiebre, no conviene darle fármacos para que le baje la temperatura si parece encontrarse bien.
Tampoco hay que despertarle para que tome Dalsy o Apiretal, los dos fármacos más populares contra la fiebre infantil en España, aunque sí habría que hacerlo si debe tomar un antibiótico.
Es aconsejable calcular las dosis teniendo en cuenta el peso de los niños, más que teniendo en cuenta su edad o su altura.
Ambos fármacos tienen una eficacia similar, aunque combinarlos (es decir, alternar las dosis de uno y otro) parece aún más eficaz, según los limitados estudios que han analizado esta cuestión.
Y aunque los dos productos son seguros si se dan en las dosis adecuadas, es importante no superar estas dosis como se hace en muchos hogares para evitar efectos secundarios que pueden llegar a ser graves.
Estas son las principales recomendaciones que hace el nuevo documento sobre tratamiento de la fiebre de la Academia Americana de Pediatría (AAP), presentado en el último número de la revista Pediatrics. Con más de 60.000 afiliados, la AAP es la asociación de pediatría más importante del mundo y sus recomendaciones suelen ser seguidas por pediatras de otros países –entre ellos, España–.
“La fiebre no es una enfermedad, sino un mecanismo fisiológico que tiene efectos beneficiosos en combatir las infecciones”, destaca el documento. Entre estos efectos beneficiosos, la AAP recuerda que la fiebre limita la proliferación de bacterias y virus y favorece el crecimiento de células inmunitarias. Por contra, suele comportar una sensación de malestar con irritabilidad, abatimiento y pérdida de apetito, entre otros síntomas. Por lo tanto, el objetivo del tratamiento no debe ser conseguir una temperatura normal sino restaurar el bienestar del niño.
El tratamiento debe realizarse con paracetamol o ibuprofeno. Debe evitarse la aspirina, ya que en niños puede provocar síndrome de Reye.
La fiebre debida a una infección, destaca la AAP, no empeora la evolución de una enfermedad ni tiene efectos adversos a largo plazo. La única situación en que la fiebre es una enfermedad en sí es cuando se produce una hipertermia, un trastorno infrecuente en que el cerebro pierde la capacidad de regular la temperatura corporal –por ejemplo, tras un golpe de calor– y pueden producirse daños neurológicos e incluso la muerte. Pero esta es una reacción febril distinta de la que se produce a raíz de las infecciones habituales en la infancia.
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