Hace algo una madre sentada plácidamente con su bebé? ¿Y una madre con sus hijos pequeños en el supermercado? Solo que nos lo cuestionemos refleja muy bien el escaso valor social de la maternidad en un mundo que valora y remunera-apoya lo productivo y no lo reproductivo, lo material y no lo afectivo.
“Lo que hacen las madres. Sobre todo cuando parece que no hacen nada” es un libro que reivindica la maternidad, repasa el contenido de todo ese trabajo maternal invisible a ojos de todos, incluidos a los de las propias madres, y lo revaloriza como pieza indispensable en la sociedad.
Su autora es Naomi Stadlen psicoterapeuta, licenciada en Historia, madre de 3 hijos mayores con más de 12 años de experiencia con el grupo Mother Talking de apoyo a madres de niños pequeños en los que, entre otros temas, también se comparte el sentir de soledad, incomprensión, invisibilidad, dureza…
“Lo que hacen las madres. Sobre todo cuando parece que no hacen nada” no es un libro de consejos de crianza porque Naomi Stadlen defiende el ESTILO ÚNICO que cada madre emprende en la maternidad para relacionarse con su hijo y ofrecerle su amor, pero sí explica conceptos que nos afectan a todos.
Este es un texto del libro extraido de la revista El mundo de tu bebé de febrero 2010 donde podemos leer que ser madre es mucho más que el aplauso del Día de la Madre y que tiene un gran valor los otros 364 días del año…
La mayoría de la gente está de acuerdo en que ser madre es un trabajo muy duro. Pero ¿cuál es exactamente el trabajo de una madre? En esto hay menos acuerdo. La gente parece pensar que cuidar a un bebé no tiene nada que ver con el trabajo que se supone que debe hacer una madre.
Por ejemplo, imagina a una madre que está enjuagando la ropa de su bebé. Sabe que su hijo está dormido pero que puede despertarse en cualquier momento. Efectivamente, unos minutos después el niño empieza a llorar, así que la madre se seca las manos y va rápidamente a cogerlo. Parece que está alterado, así que lo acuna un rato. Luego se pregunta si ha tenido un mal sueño y empieza a cantar una cancioncilla que le gusta y suele animarlo. ¿Cuál de estas actividades es su trabajo?
La mayoría de la gente diría que al enjuagar la ropa está trabajando, mientras que al coger a su bebé tiene que dejar de trabajar. Las madres suelen hablar de una dolorosa sensación de “fracaso” en esos momentos en los que, si prestásemos más atención, nos daríamos cuenta de que están cuidando a sus hijos. Lo contrario también es cierto.
Cuando una madre está ocupada con tareas domésticas concretas y visibles, pero de carácter secundario respecto a sus obligaciones maternales, es muy probable que tanto ella como otras personas digan que está “consiguiendo hacer su trabajo”.
Hoy en día una madre puede sentirse muy sola. La mayoría de la gente no es consciente de lo que hace. Esto no se debe a que la maternidad haya cambiado. Los elementos esenciales de la maternidad parecen ser invariables. Pero el mundo que rodea a una madre está cambiando siempre.
Sin embargo, las madres no pueden retirarse a un vacío social. Ser madre es tanto un papel privado como social. Cada madre construye un puente que conecta a su hijo con la sociedad que todos compartimos. Si es un buen puente, su hijo podrá utilizarlo para acceder al mundo exterior. Ese puente está basado en su relación mutua. Si se puede relacionar bien con su hijo, éste tendrá la oportunidad de convertirse en una persona que se relacionará bien con nosotros. El conjunto de nuestra sociedad depende de cómo se relacione cada madre con su hijo. Ése es su trabajo maternal.
A la mayoría de las madres les preocupa mucho que la gente que las rodea apruebe a sus hijos. La respuesta más despreocupada de otra persona puede afectar a una madre durante todo el día. Pero ¿cómo puede comunicar la gente sus reacciones de una manera responsable si no se da cuenta de lo que hace una madre cuando está cuidando a su hijo? No es que no les importe.
La mayoría de la gente tiene una opinión muy clara sobre cómo hay que educar a los niños. Pero cuando ven a una madre sentada tranquilamente con su bebé, no pueden ver nada concreto. No es la idea que tiene la mayoría de la gente del trabajo de una madre.
Esta falta de comprensión es más evidente si pensamos en un niño un poco mayor. Por ejemplo, podemos observar a una madre con su hijo en un supermercado. La madre está relacionándose con él de varias maneras a la vez. Le está inculcando el comportamiento que considera apropiado para un niño de su edad en un lugar público. También le está demostrando cómo debe comportarse en un supermercado al decirle que no se tiran las cosas de las estanterías y que no se llena la cesta con todo lo que hay a mano, sino que se eligen los productos y se paga por ellos.
Le está demostrando sus valores personales al comprar, por ejemplo calculando precios, o dando prioridad ala rapidez y demostrándole cómo se relaciona con los empleados. No le está enseñando en un sentido estricto, sino compartiendo su mundo con él, y esto es agotador. Todo le cuesta el doble de tiempo, y tiene que desviar su atención continuamente del mundo adulto de las compras al mundo infantil de su pequeño acompañante. Si hay algún malentendido, tendrá que mediar entre estos dos mundos.
Pero ahora llegamos a la falta de comprensión. Si preguntamos a la madre del supermercado qué está haciendo, casi con toda certeza respondería: “la compra”. Si preguntásemos a otros compradores y a los empleados qué creen que está haciendo la madre, la mayor parte diría: “la compra”. Sin embargo, la madre está haciendo dos trabajos, no sólo uno.
El segundo es un trabajo silencioso que se deriva del primero. No tiene un nombre específico. Cuando un niño comienza a ir a la escuela, los profesores hablan de la importancia de la “socialización”. Sin embargo, cuando una madre está socializando a su hijo de forma gradual y haciendo muchas más cosas, no se le tiene en cuenta, porque todo el mundo cree que simplemente está “de compras”.
Si la actividad de la madre se limita a “comprar”, entonces la compañía de su hijo parece un impedimento. La obliga a ir más lenta y le impide hacer las cosas con su eficacia habitual. Pero si reconocemos que todo esto forma parte de su trabajo, podríamos redefinir su tarea como “cuidar y comprar“. Eso daría a su hijo una posición legítima en sus acciones. También explicaría por qué una madre puede estar tan cansada e irritable después de ir de compras. Dos trabajos son más duros que uno.
Y le resulta aún más duro si ignora el segundo y cree que sólo ha realizado el primero. En vez de estar satisfecha por haber combinado dos trabajos razonablemente bien, por lo general acaba enfadada consigo misma por hacer uno aparentemente mal.
Cuando la madre y el hijo llegan a casa, suele haber otros ejemplo de esta falta de comprensión. Al sacar las compras, la madre ve el resultado de sus esfuerzos. Pero al mirar a su hijo, no observa un gran cambio. Ha intentado ser paciente con él, pero parece cansado y enfadado, y es posible que tenga hambre. ¿De qué ha servido todo su esfuerzo maternal?.
Como se lamentaba una madre: “Cuando estás trabajando, sabes qué has hecho durante el día. Has hecho tantas llamadas de teléfono, has escrito tantas cartas y tienes algo para demostrarlo. Pero cuando lo miro después de estar trabajando todo el día pienso: ¿Dónde está la diferencia? ¿Dónde ha ido todo mi esfuerzo maternal?.”
No ha desaparecido, pero es dificil de reconocer. Está ahí, enfrente de ella. Es posible que su hijo esté enfadado; en este caso, puede ser porque lo ha cuidado bien. No está enfadado con ella, sino para ella. La diferencia es crucial, pero fácil de malinterpretar. Un niño enfadado confía en su madre y espera algo de ella. Le pide más que a otras personas porque ella está cerca de él y parece comprenderlo. Normalmente está seguro de que su madre se lo arreglará todo.
“Un bebé que llora mucho puede hacerlo porque tiene una estrecha relación con la madre”, señalaban dos perspicaces investigadores de un hospital de Londres. Pero esto va en contra de una suposición cultural muy extendida según la cual si un bebé llora y un niño se enfada es porque hay una mala relación. Por lo tanto, desgraciadamente, la mayoría de las madres no se toman como un cumplido que sus hijos lloren o se enfaden. El enfado de los niños, que muchas veces puede indicar cuánto confían en sus madres, se suele malinterpretar como una prueba de fracaso maternal.
Los bebés no suelen confirmar que las madres hacen las cosas bien. A una madre la tranquilizaría que su hijo le dijera de vez en cuando: “¡Anímate, mamá! Te estás relacionando muy bien conmigo.” Pero los bebés no pueden hacer esto. Una madre puede sentirse muy sola e incomprendida durante esas primeras semanas. (…)
Una desorientación intensa
Las frases que más repiten las madres son “no hago nada” y “no consigo hacer nada”. Así es como describen su experiencia. Deberíamos escuchar atentamente y preguntarnos qué significa “no hacer nada”. Antes se suponía que era la ausencia de “hacer algo”. Pero al escuchar lo que dicen las madres, parece que es una experiencia en sí misma. (… )
Cuando una madre considera su forma de utilizar el tiempo como “no hacer nada” es incapaz de ver lo que hace como parte de un cambio deseable y significativo. Como no ve ningún cambio, puede pensar que la acción (o inacción) maternal de estar con su bebé no tiene ningún valor.
Esto contrasta con la opinión popular de que las madres siempre están ocupadas. Una “madre ocupada” es casi un cliché. Este término sugiere una gran cantidad de acciones útiles y visibles. Pero la vida con un bebé durante los seis primeros meses puede no ser activa en absoluto. Normalmente es lenta.
Por ejemplo, una madre no puede apretar un botón de aceleración cuando está dando el pecho a su hijo. Mama, se para, la mira a la cara durante un rato, sigue mamando, cierra los ojos y se adormece, pero se despierta enseguida para seguir mamando si ella se mueve. ¿Ocupada? Incluso su mente parece ir lenta. Más tarde es posible que esté un rato ocupada limpiando, ordenando y llamando por teléfono. Pero esas acciones están menos relacionadas con el hecho de ser madre. Tienen más que ver con cuidar la casa, al resto de la familia y a ella misma.
Todo este tiempo está con su bebé. Es esa relación invisible la que hace que le parezca que “no hace nada”. En vez de ocuparse con una larga lista de tareas, está reduciendo el ritmo de su vida para adaptarse al de su bebé. Para cualquier persona acostumbrada a la velocidad de la vida urbana, el contraste es enorme.
También tiene que renunciar de algún modo a su conciencia activa y acceder a algo más simple y antiguo para acercarse al mundo de su bebé. No es fácil. Sin embargo, ahí está la clave de la relación trascendental entre los dos. Lejos de no hacer nada, está haciéndolo todo.
Sitio oficial: Naomi Stadlen
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4 comentarios:
Vivimos en un mundo tan ajetreado en el que siempre estamos corriendo... que... pensar en tomarse unos minutos para nosotros esta mal visto. Mi bebe tiene un año ya, y creo que es un buen momento para saber que no hay forma de perder el tiempo estando con ellos. Gracias por el post.
Ay que cierto, por favor!!!
Soy mamá de tres y realmente con mis dos primeras hijas sufrí mucho por creer lo que otros me decían y me escucho a mi misma diciendo "no pude hacer nada"!!!
Por suerte, una evoluciona en todos los aspectos de su vida, y la maternidad no escapa a esto. Hoy con mi tercer bebé me tomo todo con mucha más calma y al fin logré dejar que mi instinto me guíe: mi bebito no puede esperar, el mundo, que se aguante!
Gracias, comparto el post. Es sencillamente exquisito!
Julie - Admin del Staff
Muy bueno!!! Felicitaciones!
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