Confieso. Estoy malcriando a mi marido.
Sí, estoy malcriando a mi marido, lo admito. Desde que vivimos juntos, desde la primera noche compartimos la misma cama. Sí, practico el colecho con mi marido, noche tras noche, incluso lo practicamos durante el día, echándonos siestas juntos (muy de vez en cuando, eso sí.). Y, es más, no solo compartimos la cama, en muchas ocasiones nos quedamos dormidos abrazados el uno al otro, o a veces tumbados de espalda y cogidos de la mano. Qué cosas, perdonad que os cuente aquí detalles íntimos. Cuando se va de viaje me cuesta mucho dormirme, no me apetece ir a la cama, me parece tan vacía, tan grande sin él y retraso el momento de acostarme. Esas noches nos solemos mandar mensajes. “No puedo dormir! Ay, qué lejos estás…” Qué vicio más precioso. Qué dependencia más bonita, no?
Y sigo. Compartimos además cama con mi hija. Empezó más bien por egoísmo mío, no fue intencionado… Pero no quería levantarme por la noche para darle el pecho, o sea que lo más sencillo era tenerla conmigo. Así fue como desde el primer día disfrutamos juntos (¡no revueltos!). Descubrimos que dormimos todos mejor; ella, porque cuando se despierta por la noche y me siente cerca, se vuelve a dormir y yo porque no me tengo que levantar. Pero qué sorpresa: mientras el colecho con mi marido no parece preocupar a nadie, el que practicamos con mi hija, sí. “La vas a malcriar” es de lo más suave que he escuchado por ahí.
¿Qué cultura es esta que ve como socialmente aceptado el colecho con el marido, pero no el colecho con los hijos? Nadie te dice: “ya verás, como no le quites a tu marido de la cama ya, le tendrás allí para siempre, no habrá forma de hacerle entrar en razón!”
Para terminar, un par de pinceladas que no me gustaría dejarme sin contar:
Insisto: me encanta dormir con mi hija, igual que con mi marido. Y cuando quiero intimidad con mi pareja a solas, pues nos invitamos a la cama de invitados.
Tenemos también dos niños mayores. En algún momento, no me acuerdo muy bien, se fueron los dos a dormir en su cuarto, juntos. Durante mucho tiempo dormían incluso en una sola cama, juntitos. Un día les pregunté por qué no dormía cada uno en su cama y me respondió el pequeño: “¡Pero si tú y papá también dormís juntos!”
http://blogelpartoesnuestro.com/2011/06/15/un-marido-malcriado/
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