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Visto el trato tan malo que nos han dado a algunas en nuestros partos, lo conservadores (por no decir otra palabra) que se ponen con el protocolo en ciertos hospitales y lo variopinto de las respuestas que recibimos cuando presentamos un plan de parto, he decidido liarme la manta a la cabeza y presentar un plan bien explícito, que no deje lugar a dudas acerca de mis convicciones y deseos.
Podemos comenzar con un saludo tradicional y, a continuación, pasar a exponer nuestras ideas (aquí van sin orden ni concierto), por ejemplo:
- No deseo parir tumbada patas arriba: esta posición, además de humillante, es incómoda y dificulta el parto. Si usted, señor doctor, quiere estar cómodo durante mi parto, con gusto le prestaré mi almohadita cervical o le daré el teléfono de un buen fisioterapeuta. Pero a la hora de parir, me colocaré como me dé la gana, que para eso soy la que está en ello. ¿O usted haría el pino yendo de público a un circo para ver a los acróbatas del revés directamente, sin esfuerzo por parte de ellos? Pues eso.
- Quiero deambular durante la dilatación: no se preocupen, no pienso hacer el camino de Santiago, simplemente denme libertad de movimiento y no me molesten. Estaré por el pasillo.
- Déjenme ingerir líquidos durante la dilatación. Y no me digan que no puedo por si acaso hay que intubarme, porque por esa regla cualquiera de ustedes debería vivir en ayunas, no vaya a ser que tengan un accidente en plena calle y requieran anestesia... ¿Se imaginan tener que ayunar durante horas antes de salir de vacaciones, por si tienen un golpe con el coche?
- No me induzca el parto para terminar en la fecha y hora que a usted le convengan: puede usar sus poderes mentales para intentar convencer a mi hijo por telepatía de que salga, pero nada de meterme oxitocina a chorro sólo porque a usted le venga bien. Si tiene prisa por irse de fin de semana o a cazar, con gusto esperaré a que comience el turno otro profesional más serio.
- No me rasuren: si ustedes quieren ver señoritas depiladas, en Internet hay muchas páginas dedicadas al particular. Si a mí me incomoda el vello, lo llevaré arregladito de casa. Ah, ¿que es por el riesgo de infección? Pues no sé yo, doctor, si esos pelarros largos que tiene usted en los brazos son de PVC... Mmmh, ¿que dice que es para ver la zona donde tendrá que coserme? Pase entonces, por favor, al punto siguiente.
- No se le ocurra cortarme: vine con mis genitales intactos y es mi intención llevármelos en el mismo buen estado de revista. Si usted quiere usar la tijera, puede cortar unas guirnaldas o farolillos con los que decorar el paritorio para dar la bienvenida a mi hijo.
- No me pongan enema: si encuentro desagradable la posibilidad de "hacérmelo" delante de ustedes, yo misma me pondré un microenema en casa. Pero absténgase de molestarme con esas fruslerías durante mi trabajo de parto. Si les incomodan los residuos biológicos, harán bien en cambiar de empleo.
- No quiero tactos: sólo los mínimos imprescindibles. Adjunta encontrará la foto de mi amigo John, jugador profesional de baloncesto, que se ha ofrecido gentilmente a hacer un tacto rectal a cada persona que intente hacerme un tacto innecesario. Por supuesto, les mandará la factura por sus servicios al término de los mismos. No le den las gracias, John es así de bien dispuesto, además de medir dos metros diez.
- No me hablen como si tuviese tres años: entiendo perfectamente lo que me dicen y me gusta decidir por mí misma; sé que es un vicio feo y molesto, pero es lo que tiene haber sido criada en democracia.
- No hablen de chorradas mientras nace mi hijo: para ustedes será el trabajo de cada día, pero para mi familia es un momento sagrado. Me importa tres narices si su equipo de fútbol ganó o perdió, si la vecina del quinto pone la música alta o si su madre ha comprado una freidora buenísima. Si quisiera escuchar tonterías, pondría la tele. Cállense.
- No interfieran en mi lactancia: mi bebé no necesita leche de vaca nada más nacer, sino estar con su madre (que soy yo, por si no les había quedado claro), así que nada de biberones. Si algún miembro de su equipo tiene complejo de Ganímedes y quiere servir un refrigerio, agradeceré nos traigan la carta de vinos para escoger el más adecuado.
- No se metan en mi forma de criar: los enfermeros y enfermeras que nos visiten durante nuestra estancia en el hospital harán bien en abstenerse de proferir comentarios del tipo de "¿pero otra vez con él al pecho? Eso es vicio", "Pero, mamá, si de ahí no sale nada, toma, dale un biberón" o "No te lo metas en la cama, que luego no salen hasta que se van a la mili". En mi entorno hay un viejo aforismo: "La que quiera criar, que se preñe". Con gusto explicaré a esos profesionales las opciones a su alcance para embarazarse con un lenguaje ampliamente comprensible (es más, hay una versión "exprés" de esa charla que se resume en sólo tres palabras; las dos primeras son "que" y "te", pero me ahorro la tercera porque mis padres criaron una hija muy fina).
Et voilà, ahora cerramos con una despedida divinamente educada, sacamos todas las copias que estimemos oportunas y ¡hala!, ya tenemos nuestro propio plan de parto políticamente incorrecto. Por supuesto, podemos personalizarlo en función de nuestras necesidades, añadiendo o quitando lo que consideremos oportuno. Y que nadie diga que no hemos sido bastante claras.
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