martes, 8 de marzo de 2011

Sacrificio y revolución- Por Monica Felipe (http://estudiosobreelutero.blogspot.com/)

Un artículo para reflexionar y tomar decisiones.


Desde que el patriarcado se instauró, las mujeres y los hombres hemos pagado con nuestro cuerpo y nuestra sangre el sostenimiento de un sistema insostenible. En las civilizaciones mayas, aztecas... los sacrificios en el altar de los Dioses consistían en la extracción del corazón de los pechos de nosotras o nuestros hijos. En la antigua Grecia el mito del Minotaruro nos recuerda el sacrificio que cada año la ciudad otorgaba. Eran siete doncellas y siete jóvenes entregados al toro. Los fenicios realizaban con frecuencia sacrificios de niños en honor de Moloch (más tarde identificado como Saturno). Los cartagineses tomaron estas prácticas y las hicieron suyas. También podemos leer en la Biblia el sacrificio de Isaac, en este mismo sentido. En Roma, los sacrificios humanos, también se realizaron aunque en menor medida. Se trataba de la institución denominada devotio, por la cual un ser humano, generalmente voluntario, se ofrecía como objeto para descargar la ira de los Dioses a fin de salvar un ejército, ciudad...
En la actualidad no realizamos sacrificios humanos con cuchillos y lanzas. Pero el sistema, que es insostenible, necesita el sacrificio de, cada vez más personas, para continuar. Ahora, no abrimos el pecho de un inocente y sacamos su corazón palpitante para mostrarlo a los Dioses; ahora nos sacrificamos en horarios laborales inútiles para poder comprar un adosado y un coche, a ser posible, mayor que el del vecino. Ahora, no imploramos a los Dioses con el cuerpo de nuestro hijo ofrecido en el altar; ahora damos a nuestros bebés a otras mujeres u hombres para que los críen ellos, en la creencia de que es lo que hay que hacer como consagración al sistema capitalista. Ahora, sacrificamos nuestro cuerpo y el de nuestros hijos con enfermedades imposibles originadas por la alimentación envenenada, el agua adulterada y el aire contaminado. Ahora, que ya no tenemos que caer de rodillas ante un sacerdote, bajamos la cabeza y ofrecemos el sacrificio de nuestros hijos que, durante horas, días y años languidecen en un sistema educativo estéril e inadecuado al que rendimos pleitesía por miedo.

Imagina por un momento que las mujeres juntas, a la vez, decidiéramos dejar de sacrificarnos a nosotras mismas y nuestros hijos y nos levantáramos pacíficamente. Que no consintiéramos parir como cobayas, y exigiéramos que el parto en casa fuera gratuito y libre para quien lo quisiera. Convertir el hecho de parir en un acto de placer orgásmico, un acontecimiento sexual, privado y soberano. Imagina que todas las mujeres decidiéramos que somos las madres las que queremos criar a nuestros hijos y no abandonarlos en brazos de otros que cobran por este trabajo (sin que esto signifique renunciar a los derechos laborales adquiridos). Imagina por un momento que todas las mujeres dejamos de hacerle el juego al sistema capitalista y nos revelamos ante la idea de que el cuidado, el amor y el respeto son acciones menos relevantes que la construcción de autopistas, el estudio de las lenguas muertas o la investigación farmacéutica. Imagina que decidimos que nuestros hijos son, ante todo, seres humanos dignos y libres y los tratamos como tal y no consentimos que nadie los humille o desprecie.

Imagina por un momento que tú eres dueña de tu vida, que tú puedes decidir qué quieres hacer, que tienes todo el poder dentro de ti, que no le debes nada a nadie. Si así fuera ¿te levantarías y comenzarías a caminar? Entonces, conecta con tu energía femenina y ponte en marcha. Esta revolución no es como las anteriores. Esta revolución es silenciosa, se hace de dentro a afuera. Es una revolución que acoge no separa Nos concilia con lo que somos, no intenta modificarnos. Esta revolución ya ha comenzado... y todas estamos invitadas.

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